Richter. Hace una semana se cumplieron 14 años de su muerte. Uno de los grandes del s.XX. El más grande, según mi entender, y por lo tanto le dedicamos el primer artículo en este blog que acaba de nacer.
No voy a entrar en la vicisitudes vitales del artista, si estáis interesados leed el interesantísimo libro de Bruno Monsaingeon "Richter, écrits et conversations" (éditions Van de Velde / Arte Editions / Actes Sud, 1998) y el DVD "Richter, L'insoumis" (NVC Arts).
Su concepción del pianismo reflejaba un profundo respeto por la voluntad del compositor. Llegó a decir: El intérprete es un ejecutor, llevando las intenciones del compositor al pie de la letra. No añade nada que no esté ya en la partitura. Si tiene talento, nos permite percibir la verdad de la obra, un algo genial que se reflejo sobre uno mismo. No debería dominar la música, sino disolverse en ella".
Tuvo una muy larga discografía, aunque dado su carácter extremadamente reservado no era algo que le agradase demasiado. Sus mejores grabaciones se originan de recitales en vivo, como el que nos ocupa hoy, celebrado en la capital búlgara en 1958.
El programa:
- Cuadros de una exposición, de Mussorgsky.
- Momentos musicales, Op.94, D870, de Schubert. No.1 en Do.
- Impromptus, D899, de Schubert. No.2 en Mi bemol y No.4 en La bemol.
- Estudios, Op.10, de Chopin. No.3 en Mi.
- Valse obliée, S.215, de Liszt. No.1 en Fa sostenido y No.2 en La bemol.
- Estudios de ejecución trascendental, S.139, de Liszt. Nos.5 en Si bemo y No.11 en Re bemol.
- Preludio en Sol sostenido menor, Op.32, no.12, de Rachmaninov.
Un recital romántico y post-romántico, como puede verse.
Sin desmerecer el resto, los Cuadros es la pieza clave en este recital. Sobresaliente interpretación del pianista ruso que nos lleva vívidamente por el recorrido programático de cada cuadro, intercalado repetidamente por el famoso Promenade, en una interpretaión espontánea y genuina. Una pieza muy difícil en su ejecución, ya que la escritura de piano es orquestal en este caso, como también ocurre con la Fantasía Wanderer de Schubert.
Los Schubert son de bonita factura, pero es en la mezcla de liricismo y virtuosismo de Chopin y Liszt, con estudios muy bien escogidos para dar esa mezcla -valses y estudios en este último-, donde se vuelve a notar la tremanda brillantez del pianista.
No debe faltar en la colección de ningún amante de la música, y en especial del piano.